Cuántas veces nos habremos encontrado con la situación
de pedir un favor a alguien y nos ha contestado que no puede hacérnoslo porque
él no es el que corta el bacalao.
Esta expresión nos
ayuda a designar y señalar quién es el que manda o toma las decisiones en un
lugar determinado y tiene su origen en los tiempos en el que el bacalao,
salado y convenientemente desecado, era uno de los alimentos más comunes,
fáciles de adquirir y, sobre todo, transportar a otras partes del mundo;
gracias a los largos periodos que duraba sin echarse a perder.
Era común enviarlo
hacia las colonias españolas repartidas en otros lugares del planeta (algunos
países del Caribe y América del Sur, Filipinas y/o África).
En estos lugares se servía como alimento a los trabajadores (normalmente eran esclavos) que eran utilizados para faenar en las plantaciones y estos, a la hora del rancho, se colocaban en una fila e iban esperando turno para que se les diera la ración correspondiente de bacalao, la cual era cortada, normalmente, por el capataz o encargado de la plantación.
Algunas fuentes
indican su origen a los tiempos de hambre y penuria en España, dónde el bacalao
era el alimento básico y de los más baratos que se podía adquirir. A la llegada
a los hogares, el patriarca de la familia era la persona destinada a cortarlo y
repartir las raciones.
Otras fuentes, sin
embargo, señalan el origen de la expresión a los establecimientos conocidos
como tiendas de ultramarinos o colmados, en el que el bacalao debía ser cortado
con un cuchillo largo y afilado y cuya tarea era reservada al propietario
o encargado del comercio, no pudiendo ser cortado el bacalao por el aprendiz
que allí solía haber.
Ese tipo era el que
cortaba el bacalao y, por lo tanto, el que mandaba y tomaba las decisiones
allí.
Fuente: 20minutos.es
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