La cultura del café cambia en España. Emerge la demanda de productos
de gran calidad y más cuerpo en la taza. Sin embargo, todavía muchos no saben
ni prepararlo, ni apreciarlo como es debido. Aún queda camino por recorrer.
Un café un tanto aguado, de color negro, de sabor muy amargo, preparado con una cafetera rudimentaria, servido en un vaso de cristal hirviendo. Era lo que se solía servir en muchos bares en España hasta hace tan sólo unos años. Esta bebida era tan dura de tragar, que a menudo el camarero le añadía leche sin ni siquiera esperar a que el cliente lo pidiera: no había otra forma posible de tomarlo. El café solo era poco habitual. Y el "expreso" era una palabra de otro vocabulario, perteneciente a otra cultura y a otro país.
¡Cómo han cambiado los tiempos! Ahora si el café no tiene una crema color avellana, un aroma afrutado o una taza de diseño
ya es un producto de segunda
categoría. Los españoles han descubierto el expreso. Están dispuestos incluso a
pagar algo más para preparárselo directamente en casa, como si un pequeño bar
se hubiera instalado dentro del mismo hogar. ¿Qué ha ocurrido? Esta
transformación viene de lejos y hasta tiene una fecha inicial: 1980, cuando se
acaba el monopolio estatal sobre las importaciones de café. Tras la llegada del
libre mercado, las grandes multinacionales se encontraron un país con escasa
cultura cafetera. En esa época todavía tenía mucha tradición el torrefacto,
resultado de un proceso de tueste con azúcares añadidos y quemados, que
confería al café un amargor muy marcado y un color de infusión más oscuro.Un café un tanto aguado, de color negro, de sabor muy amargo, preparado con una cafetera rudimentaria, servido en un vaso de cristal hirviendo. Era lo que se solía servir en muchos bares en España hasta hace tan sólo unos años. Esta bebida era tan dura de tragar, que a menudo el camarero le añadía leche sin ni siquiera esperar a que el cliente lo pidiera: no había otra forma posible de tomarlo. El café solo era poco habitual. Y el "expreso" era una palabra de otro vocabulario, perteneciente a otra cultura y a otro país.
¡Cómo han cambiado los tiempos! Ahora si el café no tiene una crema color avellana, un aroma afrutado o una taza de diseño
En los años ochenta y noventa las cosas empezaron a cambiar.
Desembarcaron en España las grandes franquicias y las llamadas bodegas del café,
que poco a poco introdujeron una nueva sensibilidad y un concepto orientado
hacia la calidad y que fueron atrayendo cada día a mayor clientela. Lluís
Saula, de la homónima empresa cafetera, explica cómo en su compañía vivieron
esta evolución. "Cuando un país no tiene mucha cultura gastronómica, el
consumidor suele preferir sabores muy contrapuestos, como el fuerte y el dulce.
Con el tiempo, adquiere más conocimiento y entonces se vuelve más sofisticado y
aprecia los matices: los gustos florales, afrutados, los aromas más suaves. El
paladar va evolucionando hacia matices más complejos".
Sin embargo, la realidad es más compleja y sería atrevido decir que
en España se ha alcanzado la perfección. Ni mucho menos. Los estudios
demuestran que queda aún mucho camino por recorrer. Vincent Termote, director
general de Nespresso Iberia, reconoce: "Los españoles cuando tomamos café
lo hacemos de forma rápida y algo mecánica, sin prestar atención a los aromas y
sabores de un buen café. No tenemos problema en aceptar un café relativamente
amargo, caliente y que no sea demasiado fuerte de sabor".
el mejor café tiene que tener un cuerpo denso. Tiene que ser
aromático, y poco amargo. Y dejar un rastro aterciopelado en el paladar. Por
ejemplo, el 100% Arábica esconde aromas a flores, chocolates, caramelos, pan
tostado, miel". Esta variedad de café crece a alturas superiores a 900
metros, tiene menos cuerpo, es más ácido, más dulce. En cambio, la variedad
Robusta - considerada de segunda categoría-, resistente a los climas tropicales,
tiene sabor más intenso, áspero, astringente, poco perfumado y con el doble de
cafeína. Ahora bien, se habla de que en España se consume cada vez más cafés de
gran calidad, pero los flujos comerciales van en sentido contrario: en los
últimos años han caído las importaciones de Arábica y han aumentado las de
Robusta, que actualmente representan el 60% del total.
En cuanto a la supuesta cultura gourmet que se supone que se ha
alcanzado en España, los datos muestran que es aún minoritaria. El torrefacto
aún persiste en algunas zonas de España, como las transfronterizas con
Portugal. "El torrefacto es una aberración, como añadir agua al
vino", se queja Moral. "Con este sistema el tostador compensaba la
escasez y el coste excesivo de la materia prima para ganar algo de dinero.
Ahora, afortunadamente, poco a poco va desapareciendo en algunas comunidades
como Catalunya o Murcia, pero su eliminación costará tiempo". A los
consumidores españoles les cuesta abandonar viejas costumbres. De hecho, la
mayoría de ellos sigue prefiriendo tomar cortados, cafés con leche y otras
variantes mientras que en países con más tradición cafetera el expreso tiene
más dignidad "en solitario". Según datos de Marcilla, "el 80% le
añade leche y el 85%, azúcar". "En España en una mesa de restaurante
cada uno pide algo diferente. Muy pocos toman café solo. Llegará el día en el
que en España se pueda tomar el mejor café y los españoles cuando lo pidan
sepan qué y cómo pedirlo ya sea en el bar o en casa. Por ahora solamente
aprender a prepararlo y a saborearlo hasta educar nuestro paladar al mejor
sabor de un café perfecto.
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